sábado, 5 de abril de 2014

La Liebre por Felix Rodriguez De La Fuente 2ª Parte

La casa sin techo de la liebre.

La liebre lleva una vida fundamentalmente solitaria. Pocas veces se reune en grupos. Por ello sólo es posible ver varias de ellas juntas en la época de celo, cuando los machos combaten entre sí por la posesión de una hembra, o cuando forman parejas, que permanecen unidas sólo el tiempo imprescindible para la perpetuación de la especie. Una de las características más peculiares de sus costumbres es la de utilizar por todo refugio una pequeña depresión, todo lo más al amparo de un simple matorral, para pasar las horas de inactividad durante el día.

La cama de la liebre, como llaman los hombres del campo a tan somero habitáculo, resulta, por tanto, una clara adaptación a los medios abiertos, donde cualquier peligro puede ser avistado desde lejos.
Durante el invierno, esta yacija suele ser más profunda, con objeto de proteger mejor al animal del frío ambiente. Cuando la estepa se cubre de nieve construye su cama en ella, dejándose cubrir por el blanco manto, pues su pésima conductibilidad calorífica la aisla de las bajas temperaturas del ambiente.
Durante el día, encamada bajo los matorrales que proyectan su dentada sombra sobre la tierra reseca, la liebre descansa. Confía en su inmovilidad y en la protección que le brinda su críptico pelaje, aunque no por ello olvida las más elementales normas de precaución. En efecto, su ligerísimo sueño impide la sorpresa. Sin embargo, se citan casos que habría que calificar de extraordinarios en que una liebre pudo ser atrapada a mano debido a la profundidad de su sueño.
Es frecuente verla durante los escasos días soleados del invierno tumbada todo lo larga que es, recibiendo los débiles rayos del sol sobre su flanco o sobre su vientre.

El omnivorismo de la liebre.

A la caída de la tarde las liebres del llano abandonan sus encames y las que habitan en los bosques salen a los claros y a los linderos, en busca de la hierba más tierna y jugosa. Se alimentan principalmente de materias vegetales, como hierbas, granos y bayas. Por tanto las liebres quedan incluidas dentro de la categoría de consumidores primarios en la cadena trófica del ecosistema que las alberga, si bien su régimen alimenticio resulta más amplio.

Las cortezas y brotes de árboles jóvenes desempeñan un papel importante en la dieta de este animal durante el invierno. Aunque la liebre ataca a todos los árboles, parece mostrar cierta preferencia por los alisos, los sauces y los árboles frutales. En ocasiones los brotes cortados están abandonados en el suelo. La acción asume entonces el carácter de pasatiempo.
Las superficies mordidas presentan un corte muy peculiar y permiten diferenciarlas de las mordeduras de otros animales. Los brotes caídos tienen una superficie de corte lisa y oblicua, como si hubiera sido rebanada por un cuchillo. Por otra parte, cuando roe una corteza, deja la marca longitudinal de los incisivo superiores. Para alcanzar espigas de trigo o alimentos situados a cierta altura se yergue sobre las puntas de los pies, manteniendo el cuerpo arqueado.

Según Cabrera, la liebre come la carne descompuesta de los animales con tanta fruición como las sustancias vegetales. Los cazadores suelen aprovechar esta circunstancia y a veces se apostan en las cercanías de algún cadáver para abatir impunemente a estos ocasionales carroñeros. Otra peculiaridad del régimen alimenticio de la liebre es la relatada por el doctor Valverde; la recogió de los indígenas saharauis, según los cuales la liebre come muchas langostas.
En cualquier caso el régimen alimenticio esencialmente herbívoro de la liebre ha conformado una serie de adaptaciones tanto morfológicas como funcionales. Así, el labio leporino, presente en la mayoría de roedores y lepóridos, consiste en una cisura en el labio superior que confiere una mayor capacidad de trabajo de los incisivos. Estos incisivos crecen continuamente. Si el rozamiento entre los incisivos superiores y los inferiores se suprime por una mala orientación o por pérdida de uno de los dientes, el incisivo sin desgaste crece desmesuradamente presentando una neta curva espiral.
Shadle pudo calcular experimentalmente la velocidad de crecimiento de los incisivos del conejo. Obtuvo velocidades de 2 a 2,03 mm por semana para los incisivos superiores y de 2,34 a 2,47 mm para los inferiores, lo que da un crecimiento total de 104 a 106 mm para los superiores y de 122 a 128 mm para los inferiores durante un año. Además, la cara anterior y los laterales de los incisivos de la liebre están recubiertos por esmalte, mientras la cara posterior sólo presenta una capa muy delgada. Esta desigual distribución del esmalte hace que el diente se desgaste oblicuamente, adquiriendo forma de bisel.




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