lunes, 14 de abril de 2014

La Liebre por Felix Rodriguez De La Fuente 6ª y última Parte.

El ciclo reproductor 2ª Parte.

En las poblaciones de liebres la proporción de sexos, aunque bastante equilibrada, se inclina ligeramente hacia una mayor abundancia de machos que de hembras, por lo que es frecuente que se produzcan enfrentamientos entre varios galanes por la posesión de una compañera. Durante estas peleas, los batalladores machos se persiguen y luchan, se incorporan sobre las patas posteriores y atacan a su competidor con fuertes manotazos e incluso mordiscos. Tras estas pugnas, es fácil encontrar mechones de pelo ensangrentados, lo cual da idea de la violencia con que se desarrollan. Se han encontrado machos castrados como consecuencia de las peleas nupciales. Ordinariamente estos duelos no suelen tener consecuencias graves para los contendientes, debido a que el macho más débil se retira cuando ve sus posibilidades de éxito gravemente comprometidas por la fortaleza de su adversario. La hembra suele asistir con total indiferencia a la batalla, pues no siente preferencia por ninguno de los combatientes hasta el punto de que en ocasiones se marcha con otro macho que ha aprovechado la pelea de sus rivales para cortejar a la hembra.


Tras una corta y discreta parada nupcial, durante la cual se suceden una serie de persecuciones, carreras alrededor de la hembra y olisqueos, se llega al apareamiento.
La gestación dura entre 42 y 44 días. Durante este período pueden darse una serie de sorprendentes adaptaciones, como la reabsorción y la superfetación. La reabsorción consiste en la desaparición física de los embriones implantados en el útero y que por alguna razón han muerto. Puede afectar desde uno a todos ellos. Es decir, el aborto no se da entre lepóridos. Este fenómeno, que en otros mamíferos sólo se presenta con carácter excepcional, tiene efecto en la composición de las camadas de la liebre.
En cuanto a su desarrollo en función del período reproductor, se observa que hay un máximo de reabsorciones a principio del período y otro máximo en mayo-junio, decreciendo su importancia a medida que nos acercamos al final de la época de reproducción.
La hembra que ha sufrido la reabsorción de todos sus fetos se comporta como si no hubiera ocurrido nada, como si la gestación siguiese su curso con entera normalidad. En este período, denominado de pseudo gestación, se produce la bajada de la leche y el ciclo estral se desarrolla como si la hembra hubiera parido. Según los científicos que han analizado este fenómeno, deben descartarse las infecciones como causas desencadenantes de la muerte de embriones. La teoría más aceptable achaca ésta a desequilibrios hormonales y factores letales endógenos. De todos modos, es sorprendente que la selección natural no haya eliminado de la dotación genética de la liebre estos factores que tanta importancia tienen en la composición de la camada.

La superfetación consiste en que una hembra grávida puede ser fecundada nuevamente, desarrollando entonces dos embarazos diferentes y superpuestos. La duración de los embarazos se altera entonces aparentemente, pues entre los dos partos consecutivos no se cumple la separación mínima de 42 días, que es el período de gestación normal. Aunque este fenómeno se conoce desde muy antiguo-ya Aristóteles lo mencionaba-, no se sabe con certeza cómo se desarrolla. De todos modos, en circunstancias normales esta superposición no se realiza porque el nuevo embarazo no se pone en marcha hasta que no a llegado a su término el anterior. A tan sorprendentes adaptaciones como la reabsorción y la superfetación hay que añadir una tercera, que podríamos denominar partenogénesis aparente.
La partenogénesis, fenómeno que se produce frecuentemente en ciertos grupos de animales inferiores, consiste en que la hembra puede parir sin ser fecundada por un macho. Sabido es que sólo una pequeñisima parte de los espermatozoides se conservan durante el tiempo necesario para que se efectúe una nueva ovulación, la cual no tiene lugar hasta que no finalice la gestación en curso. Por tanto, tras la ovulación sobreviene la fecundación sin que haya mediado ningún acoplamiento entre el macho y la hembra. Por otra parte, las liebres adultas tienen a lo largo del año tres o cuatro gestaciones, en ocasiones cinco. En las hembras jóvenes, durante su segundo año de vida sólo se producen dos gestaciones, raramente tres.
El más alto porcentaje de hembras preñadas se da durante los períodos de febrero-abril y junio-julio.

Cuando la hembra considera que ha llegado el momento del alumbramiento, excava una cama similiar a la que utiliza para descansar durante el día. Esta cama suele estar un poco más escondida y en ocasiones reforzada con su propio pelo. En ella pare generalmente 3 o 4 lebratos, aunque se han observado partos de 7 y 8 lebratos. El doctor Simonin,al efectuar la autopsia de una hembra, encontró diez fetos.
El primer parto del año, de uno a dos lebratos, es el menos numeroso. Los siguientes son de 3 o 4 crías, conservándose esta tasa hasta el último parto. El segundo alumbramiento, que suele efectuarse en abril-mayo, es de fundamental importancia para el crecimiento de la población. Se calcula un incremento anual de 7 a 8 lebratos por hembra. Esta alta tasa de nacimientos viene determinada por la elevada mortalidad que sufren sus poblaciones, debido a una intensa presión predadora y al gran número de enfermedades que padecen. Los lebratos nacen cubiertos de pelo y con los ojos abiertos. Se incluyen por tanto en la categoría de crías que por su avanzado estado de desarrollo en el momento del nacimiento pueden alimentarse desde muy temprano por sí mismos. Hay una segunda categoría donde se incluyen los jóvenes que dependen enteramente de su madre durante un periodo más o menos largo, pues nacen desnudos y ciegos. En esta segunda categoría se encuadra un animal tan próximo a la liebre como el conejo.
Estas diferencias son adaptaciones a los distintos estilos de vida de ambas especies. La liebre, animal nómada, si bien no realiza grandes desplazamientos, pues tiene una gran querencia al lugar donde ha nacido, no utiliza sin embargo un punto fijo de reposo que a la vez le sirva de guarida donde protegerse de sus enemigos, o para alumbrar sus pequeños. Por ello los lebratos nacen muy desarrollados, lo cual les permite hacer frente con más posibilidades de éxito a cualquier adversidad. Por el contrario, los conejos nacen mucho más desvalidos porque la guarida donde vinieron al mundo los protege.

Estas dos categorías son claramente homologables y tienen, la misma razón de ser que las que establecen los ornitólogos con las aves, es decir, aves nidífugas, que son las que abandonan el nido al poco de nacer, y aves nidícolas, que permanecen en él un tiempo más o menos largo.
La madre permanece aproximadamente durante una semana en compañía de los lebratos. A partir de ese momento comienza a ausentarse del encame. Cuando los jóvenes tienen tres días de edad, se separan o son separados por la madre, con el objeto de reducir sus riesgos. Luego acude periódicamente a amamantarlos, hasta que al final de la lactancia los abandona. Se acusa a la liebre de no ser buena madre, pues cuando se siente perseguida no duda en dejar solos a sus hijos. Sin embargo, hay quien asegura que hace frente a las aves de presa para defender a sus lebratos. De todas formas, no podemos acusar a un animal de ser una "mala madre", pues sería hacer una cuestión sentimental de sus costumbres, juzgadas además con los mismos criterios morales que rigen nuestra sociedad.
Los jóvenes lebratos adoptan ante cualquier peligro una conducta que es común a todos los jóvenes herbívoros que se crían al aire libre: su pelaje, altamente críptico, unido a la más absoluta inmovilidad, dificulta su localización. Tampoco resulta fácil para los predadores descubrir el encame de un lebrato sirviéndose del olfato, pues exhalan muy poco olor. Pero cuando el lebrato es sorprendido, adopta hacia el intruso un comportamiento intimidativo que consiste en saltar hacia él gruñendo e intentando morderle. Esta curiosa reacción sirve para que los posibles enemigos del pequeño que se hallen un tanto indecisos ante su presencia den media vuelta y huyan. Las jóvenes liebres alcanzan su total desarrollo a los quince meses. A partir de entonces se les puede considerar individuos adultos, si bien es posible que adquieran la madurez sexual y se reproduzcan durante su primer año. La duración media de la vida de una liebre es de siete a nueve años, aunque pueden llegar a vivir hasta doce.

viernes, 11 de abril de 2014

La Liebre por Felix Rodriguez De La Fuente 5ª Parte

Los enemigos de la liebre.

En los tiempos que vivimos, a la hora de hablar de los enemigos de cualquier especie animal nos encontramos ante la necesidad de establecer dos categorías: por un lado hay que tener en cuenta a sus enemigos naturales y, por otro, al hombre.
El hombre moderno, con su capacidad para modificar lo más diversos ambientes, se ha convertido en el enemigo número uno de la naturaleza. Destruye y enrarece los hábitat donde se desarrollan los animales y las plantas, que poco a poco desaparecen del nuevo medio que les es impuesto. Además de esta destrucción directa, los productos de desecho procedentes de la actividad humana se hallan tan esparcidos por el globo que resulta prácticamente imposible encontrar cualquier forma de vida en la que no se aprecien las huellas del hombre.
En el caso de la liebre, habitantes de los grandes espacios abiertos, y por tanto de cultivos, regadíos y viñedos, nos encontramos ante un ejemplo claro de lo que acabamos de exponer. Todas estas zonas reciben grandes cuidados y, por ello, son rociadas insistentemente con herbicidas, insecticidas y otros productos tóxicos. Con ellos, a la vez que se elimina a los enemigos de los cultivos se extermina a la mayor parte de las formas de vida de la región tratada. En efecto, después de la pasada de una avioneta que extiende estos productos en forma de nube, se encuentran gran cantidad de pajarillos y ratones muertos, por mencionar sólo las especies más fácilmente detectables. En cuanto a las liebres, no es raro encontrarlas agónicas, rascándose desesperadamente la cara con sus patas anteriores, como si el insecticida afectara a sus conductos nasales.
Además de esta muerte directa, el insecticida se acumula en los tejidos hasta alcanzar proporciones letales.

La liebre es capturada con bastante frecuencia por las grandes aves de presa. El búho real y las águilas imperial y real son sus principales enemigos. Para los medianos y grandes carnívoros, como el lobo, el lince y el zorro, tiene menos importancia en su dieta. La liebre puede alcanzar velocidades punta de unos 70 km por hora. Evidentemente, sólo predadores muy rápidos, como el azor o el galgo, son capaces de darla caza.
Parece que las liebres entran en conflicto con los conejos. Se relatan casos de ataques de conejos a liebres subadultas.

El ciclo reproductor 1º parte.

El período de celo de las liebres comienza generalmente a finales de enero, aunque se han encontrado alguna vez hembras preñadas desde finales del mes de diciembre. Según algunos autores, la aparición del celo viene determinada por la dureza o suavidad del invierno, de tal manera que los fríos rigurosos y prolongados retrasan su aparición hasta fechas más tardías.
Durante esta época se producen cambios en el aparato genital de la liebre destinados a poner a punto sus órganos reproductores. En los lagomorfos silvestres los testículos, intrabdominales, aumentan de tamaño y descienden, pasando a ocupar una posición posterior al pene. Mientras, en las hembras comienza el ciclo estral con todos los cambios anatómicos y funcionales que determina.
La actividad sexual del macho alcanza su punto máximo durante el mes de marzo, mientras que en la hembra se sitúa en abril.
Estudios realizados en Nueva Zelanda y Australia-las liebres fueron introducidas en estas remotas tierras a mediados del siglo pasado-han demostrado que la época de reproducción tiene la misma cronología bajo medios tan diferentes como son los presentes en Inglaterra, Unión Soviética y Nueva Zelanda.
No actúa así el conejo, que aprovecha la época más favorable para reproducirse. Este comportamiento indica una mejor adaptación del conejo a nuevos ambientes; un "oportunismo" característico de muchos animales y vegetales del bioma mediterráneo.


miércoles, 9 de abril de 2014

La Liebre por Felix Rodriguez De La Fuente 4ª Parte

Mecánica y fisiología de la velocidad.

Basta una mirada superficial sobre una liebre para que nos demos cuenta inmediatamente de su modo de locomoción. En efecto, esas extremidades posteriores, tan enormemente desarrolladas y poderosas, que tanto contrastan con los miembros anteriores, muestran claramente que nos encontramos ante un animal particularmente adaptado a la carrera. Las extremidades posteriores proporcionan una gran fuerza de empuje, mientras que la misión de las anteriores es amortiguar el impacto con el suelo y guardar el equilibrio hasta que las posteriores se preparan para catapultar de nuevo todo el cuerpo hacia adelante.
Cuando el animal anda tranquilamente sus saltos son muy lentos, como descompuestos, estirándose y acercando sus extremidades superiores con una sacudida elástica. Sin embargo, toda esa torpeza desaparece a la hora de correr. Entonces los saltos se encadenan con gran rapidez mediante una coordinación perfecta. En este momento sólo las puntas de los pies tocan el suelo y sus huellas puede observarse que la liebre apoya las extremidades posteriores por delante de las anteriores.

Mediante este perfeccionado sistema de locomoción puede desarrollar velocidades de hasta 70 km por hora, lo cuál, teniendo en cuenta el tamaño del animal, resulta una velocidad realmente notable. Para lograr esta aceleración, la liebre une a la longitud de sus extremidades una adaptación fisiológica, consistente en que las fibras de los músculos voluntarios contienen gran cantidad de hemoglobina. Esta circunstancia permite a los tejidos musculares realizar grandes esfuerzos y, lo que es más importante, de una manera continuada. En el conejo, próximo pariente de la liebre, las fibras musculares no poseen hemoglobina, por lo que se agota rápidamente al realizar un esfuerzo prolongado.

Esta diferencia en dos animales muy similares morfológicamente, se explica por sus distintos regímenes de vida. En efecto, el conejo es un animal que vive en grupos coloniales, tiene mecanismos para comunicar una alarma y cuenta con refugios subterráneos siempre cercanos. Por ello no precisa de músculos capaces de un esfuerzo grande y continuado, pues el trabajo que realiza es sólo durante un corto trayecto.
La liebre, que no cuenta con ninguna hura donde refugiarse y que además vive siempre en medios abiertos, necesita músculos que le permitan desarrollar una alta velocidad y, sobre todo, que esta velocidad pueda ser conservada durante el mayor tiempo posible, pues fía su solución a esta circunstancia, es decir, a la ligereza de sus piernas.


La presencia o ausencia de hemoglobina en las fibras musculares justifica la diferencia entre la carne del conejo y la de la liebre. La primera de ellas se considera carne blanca, perteneciendo la segunda a la categoría de las carnes rojas u oscuras. Cuando un paseante levanta a una liebre de su encame sin que medien ladridos de perros, disparos o cualquier otra circunstancia violenta, es muy probable que vuelva a su yacija tras dar un enorme rodeo. Pero cuando ha sentido amenazada su seguridad en la cama, lo más seguro es que no regrese a ella. Cuando un encame responde a ciertas condiciones de seguridad es frecuente que sea ocupado posteriormente por otra liebre. Esta circunstancia es aprovechada por los cazadores, pues saben que en la cama en la cual han matado a una liebre hay posibilidad de que más tarde se encuentre otra pieza.
La liebre es buena trepadora y no es raro sorprenderla comiendo encaramada en las ramas bajas de un árbol o en los alto de un muro. Otras veces sube a los árboles para huir de sus perseguidores o incluso se introduce en el interior de un rebaño de ovejas para librarse del acoso de los perros.

Las liebres que viven en zonas habitadas por el hombre suelen acercarse durante el invierno a las afueras de los pueblos y encaman contra la pared de un establo o de una casa abandonada. A veces llegan a penetrar en las huertas para alimentarse, haciendo gala de un descaro que está en evidente contradicción con su tímida naturaleza. Este comportamiento parece motivado por una enorme confianza en sus posibilidades, pues las liebres sólo actúan así cuando conocen a la perfección los lugares por los que pueden escapar o donde agazaparse sin peligro. Llegan incluso a pasar cerca de los perros o junto a casas habitadas. Los viejos machos suelen ser los más osados. Normalmente silenciosa, la liebre sólo emite sonidos cuando se encuentra amenazada por un gran peligro o cuando está herida. Estos gritos, siempre débiles, recuerdan a los lloros de un niño pequeño. En cautividad se alimentan fácilmente con los mismos productos que se suministra al conejo. Aceptan mejor la cautividad si son jóvenes. Los adultos resultan huraños y recelosos.


lunes, 7 de abril de 2014

La Liebre por Felix Rodriguez De La Fuente 3ª Parte

Come sus propios excrementos.

Pero la más importante peculiaridad de los hábitos alimenticios de la liebre es la denominada coprofagia, que se presenta también en los demás lepóridos. La coprofagia consiste esencialmente en que los alimentos pasan dos veces a través del tubo digestivo.
Mientras reposa, la liebre produce unos excrementos redondeados, blandos, húmedos y envueltos en mucus. Estas deyecciones son diferentes a las expulsadas por la noche, durante el periodo de actividad, que son las que se encuentran normalmente en el campo en forma de cagarrutas secas.
La liebre toma las bolas fecales blandas con sus labios a la salida del ano y las traga sin masticarlas. Estos excrementos especiales presentan aproximadamente la mitad del contenido estomacal en el momento en que la liebre comienza su actividad nocturna y contienen, además, el doble de proteínas y el triple de bacterias que los excrementos normales. Con este fenómeno, el 80% del alimento vuelve a atravesar el tubo digestivo.

La coprofagia de las liebres parece determinada por la necesidad de recobrar las vitaminas del grupo B elaboradas por las bacterias del colon o bien por la necesidad de utilizar, en el intestino delgado, los metabolitos procedentes de la degradación de la celulosa. Estas bacterias, que no faltan en el tubo digestivo de ningún herbívoro, juegan un papel del primer orden en la digestión, pues gracias a su actividad se degrada la membrana de la célula vegetal y su contenido puede ser asimilado.
Este proceso digestivo no es exclusivo de los lagomorfos, pues en las bacterias que realizan estas funciones se encuentran en animales que pertenecen a grupos tan dispares como insectos y mamíferos. Constituye, pues, un claro ejemplo de convergencia adaptativa a nivel funcional, es decir, grupos diferentes de animales han adoptado la misma solución para resolver un problema común a todos ellos.
Durante sus horas de actividad nocturna, la liebre no sólo se alimenta, sino que también gusta de correr por caminos y carreteras. Estas alocadas carreras, que pueden considerarse como un modo de dar rienda suelta a las energías contenidas en su cuerpo, o bien, más poéticamente, como forma de expresión de su alegría de vivir, les causan muchas veces la muerte al ser atropelladas por automóviles.

Estrategia defensiva.

Cuando la pálida luz del alba disipa las últimas brumas del horizonte termina el período de actividad de las liebres. Entonces, las que habían abandonado el bosque se apresuran a volver a sus espesuras, mientras las que habitan en espacios abiertos se encaminan a sus yacijas, sacudiendo el rocío de sus largas patas.
Durante el día la liebre se levanta con frecuencia sobre sus patas traseras y mantiene el cuerpo erguido, conformando una estampa clásica. Evidentemente adopta esta posición para escudriñar y vigilar mejor sus alrededores.
Las liebres nunca se aproximan a su encame en línea recta, sino que dan grandes rodeos, cambian bruscamente de dirección y vuelven sobre sus pasos hasta que, por fin, alcanzan, mediante un gran salto, su refugio. Este comportamiento tiene como objeto despistar y hacer perder el rastro a los posibles perseguidores.
En la cama se sitúa la liebre mirando siempre en la misma dirección en que ha venido, pues es por ahí por donde más fácilmente podría acecharla un peligro.
Parece ser que existen diferencias entre los machos y las hembras con respecto a cómo se colocan en su yacija. Los machos permanecen contraídos, con las orejas levantadas, mientras que las hembras se quedan más erguidas, con las orejas caídas sobre los hombros.

La primera reacción de una liebre al enfrentarse con una situación que le pudiera resultar comprometida es el más completo y absoluto inmovilismo. Esta conducta, que se ve enormemente favorecida por el colorido críptico de su pelaje, le permite pasar inadvertida a los ojos de sus enemigos. Cuando este comportamiento no es suficiente para salvaguardar su integridad, la liebre utiliza el recurso extremo de la huida.
Sería muy interesante conocer los mecanismos que desencadenan esta huida, pues unas veces escapa cuando el intruso sobrepasa la distancia mínima de seguridad y otras salta cuando el peligro ha pasado, después de casi haber rozado su encame.
Lógicamente, una liebre que no se encuentre a gusto en el lugar donde está encamada saltará con mucha mayor facilidad que la que está en su ambiente preferido. También parece que existen diferencias entre ambos sexos. Según esto, los machos, más desconfiados que las hembras, huyen ante peligros más alejados.
Un factor que influye en mucho menor grado de lo que se supone es el tiempo meteorológico. Se ha comprobado que el único carácter importante es la temperatura del aire, de forma que cuanto más frío esté el ambiente, más tímida se muestra la liebre y huye antes. De todas formas es un factor de escasa importancia, mientras que otros factores meteorológicos como pueden ser la humedad, el viento, la lluvia o la nieve, ejercen una influencia mínima.


La huida de la liebre no es una desesperada carrera en la que trate simplemente de poner la mayor distancia entre ella y sus perseguidores, tal y como hacen ciertos animales, sino que viéndola correr, con sus orejas rectas, su comportamiento nos induce a pensar que tiene conciencia del peligro que para ella representan sus huellas. En efecto, en la ruda huida de la liebre menudean las detenciones, los cambios bruscos de dirección y toda clase de artimañas tendentes a hacer perder el rastro a sus perseguidores.
Evidentemente, la liebre precisa tener conocimiento perfecto de la comarca donde vive. Para huir con éxito debe estar familiarizada con las sendas, los caminos, los estrechos pasillos entre las zarzas, los matorrales y los arroyos. El perfecto dominio de su territorio le permitirá seguir, en su huida, un itinerario que le permita salir airosa del trance. Se comprende, pues, que la liebre sea un animal muy curioso que realiza grandes correrías por su región y que se dedica a observar atentamente todos los cambios que puedan producirse en la comarca, tales como la instalación de cercados, tendidos eléctricos o vallas, ya que un obstáculo desconocido puede modificar su estrategia de huida.

domingo, 6 de abril de 2014

Nuestros galgos viejos 9

Hola amigos, de nuevo, subo una edición de galgos viejos, debido a las fotos que me llegan de muchos galgueros. Tenemos la consciencia tranquila de la vida que le damos a nuestros galgos. Aún así, intentamos de la mejor manera que podemos, demostrar con dignidad que la palabra galguero tiene un gran valor sentimental para nosotros. No podemos consentir que manchen y dañen más nuestra imagen.

Todo un campeón del mundo como Carabota, de Galgos Anita. Vive días felices, como siempre, a sus 10 años de edad se encuentra en perfecto estado de salud. De Ávila.

Maruja y Hurona, de Manuel Enrique Rivero, de Alicante. Maruja tiene 10 años y Hurona 12. Viven con Manuel en el campo, en plena libertad, además, les encanta salir de paseo con el.

Roni, de Santiago Perez, de Toledo. Roni, entrenando en el campo, se fracturó una pata con el paragolpes de un coche que estaba allí tirado, le operaron de urgencias y pasó a vivir como un rey en casa de Santiago. Es tal el cariño que le tenía, que el día de su boda se hizo una foto con él. Por desgracia, el veterinario tuvo que sacrificarlo por una enfermedad. En la foto tenía 8 años.



Jefa, de Javier Real, de Toledo. Jefa tiene 10 años. Es la mejor perra que ha tenido Javier.

Junco y Parana, de Alfonso Gómez, de Córdoba. Junco murió en Enero con más de 11 años. Parana murió hace 3 años cuando tenía más de 13.


Justicia, Luna y Uno, de Agustín Blanco de Ciudad Real. Justicia tiene 11 años, sale a dar sus paseos a diario. Vive suelta en el negocio de Agustín. No da ningún ruido. Tiene una salud de hierro. Luna tiene 8 años. Uno hace los 5 años en octubre. Ha hecho disfrutar mucho a su dueño.



Jana de Javier Ruedas, de Ciudad Real. Jana tiene 10 años y vive como una reina.


Palmero, India, Flaca y Kanute de los amigos Antonio Poveo, David y Manolo, de Totana y Cartagena. Palmero tiene 10 años, India 7. Como se ve en la foto vive muy bien. Flaca murió a los 4 años en un accidente detrás de la liebre, no pudo morir de vieja como le hubiese gustado a Antonio. Kanute tiene 11 años.




Tristona y Barbi, de Adrián Palomino, del Palmar de Troya. Tristona tiene 9 años y Barbi 6 años.




Una vez más, gracias a todos los que colaboran. Próximo objetivo "Nuestros galgos viejos 10".

Insultos hacia los galgueros 3ª Parte

Los galgueros no estamos en contra de los animalistas, ni de las protectoras como ellos creen, pero está claro que tenemos que defendernos antes las continuas acusaciones e insultos que hacen hacia el colectivo galguero. Lo primero que hacen es dejar libremente que nos insulten, pese a la gravedad de algunos insultos y esto nos afecta cuando dicen : TODOS LOS GALGUEROS.

Las Protectoras:
-No se creen la cantidad de robos que hay.
-No se creen los datos del Seprona (Si no se lo creen que denuncien al Seprona).
-No se creen que tenemos galgos viejos.
-No se creen que tengamos los galgos más de 1 año o 2.
-No se creen que somos los primeros que estamos en contra del maltrato animal.
-No se creen que hay galgueros buenos.
-Encima dicen que porque no denunciamos, como si los que ahorcan perros fueran pregonando por ahí cuando hacen sus fechorias, por cierto; La directora del documental "Febrero, el miedo de los galgos" NO denunció a los que maltrataban a los galgos que salen en el documental.

Pero lo curioso, es que nosotros sí nos tenemos que creer lo que ellos dicen.

Lo que voy a poner a continuación, me indigna de tal manera, que quiero que todos los lectores de este blog vean hasta donde son capaces de llegar estas mentes ignorantes y desinformadas. Pongo las fotos y a continuación lo que dicen de ellas.




Asociación Galgos del Sur. Jóvenes galgueros. Que pena. Ayuda a salvar galgos por un euro al mes. Hazte de nuestro grupo de teaming.
Hoy pasando por un pueblo del norte de la provincia de Córdoba "Los Blazquez", pueblo con tradición galguera, hemos visto a dos jóvenes con tres galgos cada uno para llevarlos a entrenar y hacerlos sufrir más en su misera vida. Eran jóvenes de no más de 20 años. Nos da pena porque esta cruel tradición de la caza con galgos no se pierde, y va de generación en generación. Es muy triste. Las fotos son de lejos porque no me han dejado acercarme.








Esta es la triste realidad de la reacción de estas personas al ver dos chavales andando con sus galgos.